Santa María
Yo, una joven judía de Galilea, nací en Nazaret. Estando comprometida con José, el ángel Gabriel me anunció que sería la madre del Mesías prometido, y que esto se haría posible gracias a la acción del Espíritu Santo. Acepté la voluntad de Dios, aun sin entendela. Visité a mi prima Isabel para ayudarla en su embarazo y al verme, supo del gran milagro que Dios había obrado en mí. Meses después, debido a un decreto del Emperador Augusto, José y yo tuvimos que volver a nuestra ciudad natal, Belén, para registrarnos en el censo que se estaba llevando a cabo. En Belén se me cumplió el tiempo y di a luz a Jesús en un establo. Algunos pastores y sabios de otras naciones vinieron a visitar a Jesús. Por medio de un sueño, José fue avisado de que el rey Herodes pretendía matar a Jesús, así que tuvimos que huir a Egipto. Algunos años después, cuando Herodes murió, pudimos regresar a Nazaret. Estuve presente en muchos momentos del ministerio público de mi Hijo. Presencié también el momento en el que su corazón fue traspasado por la lanza en la cruz y su resurrección. Al final de mi vida, fui llevada al cielo.